Podemos entender la solidaridad como sinónimo de igualdad, fraternidad, ayuda mutua; y tenerla por muy cercana a los conceptos de «responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación, participación». En nuestros días, la palabra solidaridad es muy común escucharla en las más de las esferas sociales. Es una palabra indudablemente positiva, que revela un interés casi universal por el bien hacia los demás. La solidaridad es una palabra de unión. Es la señal inequívoca de que todos los hombres, de cualquier condición, se dan cuenta de que no están solos, y de que no pueden vivir solos, porque es social por naturaleza, no puede prescindir de sus iguales; no puede alejarse de las personas e intentar desarrollar sus capacidades de manera independiente. La solidaridad es una relación entre seres humanos, derivada de la justicia, fundamentada en la igualdad. Si tenemos la convicción de que el mundo ha de ser justo, y de que todos los hombres somos iguales, todos los bienes están destinados realmente a todos, y todos somos verdaderamente responsables de todos. La solidaridad social consiste en colaborar de manera desinteresada con el bien común. Ser solidarios con los demás, podemos decir, es ser solidarios con nosotros mismos, pero de una manera genuina, legítima. Preocuparnos por nosotros y por los nuestros es lícito, pero no a costa de los demás, sino de la mano de los demás, colaborando con el desarrollo de todos. La solidaridad es unión, mientras que el egoísmo es aislamiento. La solidaridad favorece el desarrollo; el egoísmo, la pobreza. La solidaridad aprovecha los bienes, los distribuye, los comparte, los multiplica; El ser humano es un ser social: necesita de otros y los otros necesitan de él.
Al nacer, la identidad de los niños y niñas 
